El Saco de Roma tuvo lugar el 6 de mayo de 1527 por las tropas españolas y alemanas de Carlos I, y señaló una victoria imperial crucial en el conflicto entre el Sacro Imperio Romano Germánico y la Liga de Cognac (1526–1529) — la alianza de Francia, Milán, Venecia, Florencia y el Papado.
Antecedentes
El papa Clemente VII dio su apoyo a Francia en un intento por alterar el equilibrio de fuerzas en la región, y para liberar al Papado de lo que muchos consideraban la «dominación imperial» del Sacro Imperio Romano Germánico.
En los primeros enfrentamientos, las tropas imperiales, en clara inferioridad numérica, apenas logran mantenerse, pero tras diversas victorias militares y la conquista de Milán las tropas imperiales se hicieron con el control del norte de Italia. El ejército del emperador derrotó al ejército francés en Italia, pero los fondos no estaban disponibles para pagar a los soldados.
Los 34.000 soldados imperiales se amotinaron y forzaron a su comandante, Carlos III, duque de Borbón y Condestable de Francia, a dirigirlos hacia Roma. Aparte de unos 10.000 españoles a las órdenes del duque, el ejército incluía unos 10.000 lansquenetes al mando de Jorge de Frundsberg, infantería italiana comandada por Fabrizio Maramaldo, Sciarra Colonna y Luis Gonzaga, y caballería dirigida por Ferdinando Gonzaga y Filiberto, príncipe de Orange.
El duque dejó Arezzo el 20 de abril de 1527, tomando ventaja del caos entre los venecianos y sus aliados después de una revuelta que había estallado en Florencia contra los Médici. De este modo, las en gran parte indisciplinadas tropas saquearon Acquapendente y San Lorenzo alle Grotte y ocuparon Viterbo y Ronciglione, alcanzando las murallas de Roma el 5 de mayo.
El saqueo
Las tropas que defendían Roma no eran numerosas y estaban compuestas por 5.000 milicianos dirigidos por Renzo da Ceri y por la Guardia Suiza. Las fortificaciones de la ciudad incluían murallas imponentes y poseían una buena artillería, de la que el ejército imperial carecía. El duque Carlos necesitaba conquistar la ciudad deprisa, para evitar el riesgo de verse atrapado entre la ciudad asediada y el ejército de la Liga.
El 6 de mayo el ejército imperial atacó las murallas en el Janículo y la Colina Vaticana. El duque Carlos fue mortalmente herido en el asalto, según la leyenda por un tiro del artista italiano Benvenuto Cellini. La muerte de la última autoridad de mando respetada entre el ejército causó que en los soldados desapareciera la moderación, provocando la conquista de las murallas de Roma ese mismo día.
Una de las horas más notables de la Guardia Suiza ocurrió en estos momentos. Casi toda la Guardia fue masacrada por las tropas imperiales en las escalinatas de la Basílica de San Pedro.
De 189 guardias de servicio sólo 42 sobrevivieron, pero su valentía aseguró que Clemente VII escapara a salvo, a través del Passetto, un corredor secreto que todavía une la Ciudad del Vaticano al Castillo Sant'Angelo.
Después de la ejecución de unos mil defensores, el pillaje comenzó. Iglesias y monasterios (menos las iglesias nacionales españolas), pero también palacios de prelados y cardenales, fueron destruidos y despojados de todo objeto precioso. Incluso los cardenales pro-imperiales tuvieron que pagar para proteger sus riquezas de los despiadados soldados.
El 8 de mayo, el cardenal Pompeo Colonna, un enemigo personal de Clemente, entró en la ciudad. Fue seguido por campesinos de sus feudos, quienes vinieron a vengarse de los saqueos que habían sufrido antes por orden papal.
Sin embargo, Colonna fue conmovido por las condiciones lastimosas de la ciudad y hospedó en su palacio a varios ciudadanos romanos. Después de tres días de estragos, Filiberto ordenó que el saqueo cesara, pero pocos soldados obedecieron. Mientras tanto, Clemente continuaba detenido en Castillo Sant'Angelo.
Francesco Maria della Rovere y Michele Antonio de Saluzzo llegaron con algunas tropas el 1 de junio a Monterosi, al norte de la ciudad. Su conducta —probablemente muy prudente— les impidió obtener una fácil victoria contra los ahora totalmente indisciplinados hispanos.
El 6 de junio, Clemente se rindió y acordó pagar un rescate de 400.000 ducados a cambio de su vida; las condiciones incluían la cesión de Parma, Piacenza, Civitavecchia y Módena al Sacro Imperio Romano Germánico (sin embargo, sólo la última pudo ser ocupada en realidad).
Al mismo tiempo Venecia se aprovechó de su situación para tomar Cervia y Rávena, mientras Sigismondo Malatesta regresaba de Rímini.
Repercusiones
Carlos I estuvo grandemente disgustado —al menos en apariencia—, llegando a presentar disculpas formales ante el derrotado papa —de hecho se vistió de luto por un buen tiempo en recuerdo de las víctimas.
Clemente VII pasó el resto de su vida intentando evitar conflictos con Carlos V, sin tomar decisiones que pudieran disgustarle (por ejemplo, le negó a Enrique VIII de Inglaterra una nulidad matrimonial porque Catalina de Aragón era la tía de Carlos.
Esto señaló el fin del Renacimiento romano, dañó el prestigio del Papado y liberó las manos de Carlos para actuar contra la Reforma en Alemania. Sin embargo, Martín Lutero comentó: «Cristo reina de tal forma que el emperador que persigue a Lutero por el Papa es forzado a destruir al Papa por Lutero» (LW 49:169).
Durante el Saco de Roma, los saqueadores españoles, alemanes e italianos robaron parte de las obras de arte que se hallaban en el propio Vaticano, provocando cuantiosas pérdidas en el arte y en la economía vaticanos.
En conmemoración del saqueo y de la valentía de la Guardia, los nuevos reclutas de la Guardia Suiza prestan juramento el 6 de mayo de cada año.
Antecedentes
El papa Clemente VII dio su apoyo a Francia en un intento por alterar el equilibrio de fuerzas en la región, y para liberar al Papado de lo que muchos consideraban la «dominación imperial» del Sacro Imperio Romano Germánico.
En los primeros enfrentamientos, las tropas imperiales, en clara inferioridad numérica, apenas logran mantenerse, pero tras diversas victorias militares y la conquista de Milán las tropas imperiales se hicieron con el control del norte de Italia. El ejército del emperador derrotó al ejército francés en Italia, pero los fondos no estaban disponibles para pagar a los soldados.
Los 34.000 soldados imperiales se amotinaron y forzaron a su comandante, Carlos III, duque de Borbón y Condestable de Francia, a dirigirlos hacia Roma. Aparte de unos 10.000 españoles a las órdenes del duque, el ejército incluía unos 10.000 lansquenetes al mando de Jorge de Frundsberg, infantería italiana comandada por Fabrizio Maramaldo, Sciarra Colonna y Luis Gonzaga, y caballería dirigida por Ferdinando Gonzaga y Filiberto, príncipe de Orange.
El duque dejó Arezzo el 20 de abril de 1527, tomando ventaja del caos entre los venecianos y sus aliados después de una revuelta que había estallado en Florencia contra los Médici. De este modo, las en gran parte indisciplinadas tropas saquearon Acquapendente y San Lorenzo alle Grotte y ocuparon Viterbo y Ronciglione, alcanzando las murallas de Roma el 5 de mayo.
El saqueo
Las tropas que defendían Roma no eran numerosas y estaban compuestas por 5.000 milicianos dirigidos por Renzo da Ceri y por la Guardia Suiza. Las fortificaciones de la ciudad incluían murallas imponentes y poseían una buena artillería, de la que el ejército imperial carecía. El duque Carlos necesitaba conquistar la ciudad deprisa, para evitar el riesgo de verse atrapado entre la ciudad asediada y el ejército de la Liga.
El 6 de mayo el ejército imperial atacó las murallas en el Janículo y la Colina Vaticana. El duque Carlos fue mortalmente herido en el asalto, según la leyenda por un tiro del artista italiano Benvenuto Cellini. La muerte de la última autoridad de mando respetada entre el ejército causó que en los soldados desapareciera la moderación, provocando la conquista de las murallas de Roma ese mismo día.
Una de las horas más notables de la Guardia Suiza ocurrió en estos momentos. Casi toda la Guardia fue masacrada por las tropas imperiales en las escalinatas de la Basílica de San Pedro.
De 189 guardias de servicio sólo 42 sobrevivieron, pero su valentía aseguró que Clemente VII escapara a salvo, a través del Passetto, un corredor secreto que todavía une la Ciudad del Vaticano al Castillo Sant'Angelo.
Después de la ejecución de unos mil defensores, el pillaje comenzó. Iglesias y monasterios (menos las iglesias nacionales españolas), pero también palacios de prelados y cardenales, fueron destruidos y despojados de todo objeto precioso. Incluso los cardenales pro-imperiales tuvieron que pagar para proteger sus riquezas de los despiadados soldados.
El 8 de mayo, el cardenal Pompeo Colonna, un enemigo personal de Clemente, entró en la ciudad. Fue seguido por campesinos de sus feudos, quienes vinieron a vengarse de los saqueos que habían sufrido antes por orden papal.
Sin embargo, Colonna fue conmovido por las condiciones lastimosas de la ciudad y hospedó en su palacio a varios ciudadanos romanos. Después de tres días de estragos, Filiberto ordenó que el saqueo cesara, pero pocos soldados obedecieron. Mientras tanto, Clemente continuaba detenido en Castillo Sant'Angelo.
Francesco Maria della Rovere y Michele Antonio de Saluzzo llegaron con algunas tropas el 1 de junio a Monterosi, al norte de la ciudad. Su conducta —probablemente muy prudente— les impidió obtener una fácil victoria contra los ahora totalmente indisciplinados hispanos.
El 6 de junio, Clemente se rindió y acordó pagar un rescate de 400.000 ducados a cambio de su vida; las condiciones incluían la cesión de Parma, Piacenza, Civitavecchia y Módena al Sacro Imperio Romano Germánico (sin embargo, sólo la última pudo ser ocupada en realidad).
Al mismo tiempo Venecia se aprovechó de su situación para tomar Cervia y Rávena, mientras Sigismondo Malatesta regresaba de Rímini.
Repercusiones
Carlos I estuvo grandemente disgustado —al menos en apariencia—, llegando a presentar disculpas formales ante el derrotado papa —de hecho se vistió de luto por un buen tiempo en recuerdo de las víctimas.
Clemente VII pasó el resto de su vida intentando evitar conflictos con Carlos V, sin tomar decisiones que pudieran disgustarle (por ejemplo, le negó a Enrique VIII de Inglaterra una nulidad matrimonial porque Catalina de Aragón era la tía de Carlos.
Esto señaló el fin del Renacimiento romano, dañó el prestigio del Papado y liberó las manos de Carlos para actuar contra la Reforma en Alemania. Sin embargo, Martín Lutero comentó: «Cristo reina de tal forma que el emperador que persigue a Lutero por el Papa es forzado a destruir al Papa por Lutero» (LW 49:169).
Durante el Saco de Roma, los saqueadores españoles, alemanes e italianos robaron parte de las obras de arte que se hallaban en el propio Vaticano, provocando cuantiosas pérdidas en el arte y en la economía vaticanos.
En conmemoración del saqueo y de la valentía de la Guardia, los nuevos reclutas de la Guardia Suiza prestan juramento el 6 de mayo de cada año.
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