Tomás de Torquemada (1420 - Ávila, 16 de septiembre de 1498) fue un presbítero dominico castellano, confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV. Torquemada inició el mayor periodo de persecución a judeoconversos, entre 1480 a 1530.
Durante la estancia de la reina Isabel I de Castilla en Sevilla entre 1477 y 1478, el dominico sevillano Alonso de Ojeda, prior del convento de San Pablo, la convenció de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a instancias de los soberanos por el cardenal Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por Tomás de Torquemada, vino a corroborar las sospechas. Para descubrir y acabar con todos los falsos conversos, en 1478, los reyes solicitaron bula papal para la creación del Tribunal de la Inquisición del Santo Oficio, como dependencia directa de la Corona. El 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sincerae devotionis affectus, por la cual quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla.
En un principio, la actividad inquisitorial se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se sospechaba que habría detectado el foco de conversos judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. El sermón lo pronunció el propio Alonso de Ojeda, bajo cuyos atentos desvelos había resurgido la Inquisición. Tras diversos problemas en la organización y aplicación de los nuevos poderes inquisitoriales, el papa Sixto IV nombró a Tomás de Torquemada para el cargo de inquisidor general en 1483 a instancias de la reina Isabel.
Al poco tiempo, el 17 de octubre de 1483, Torquemada fue nombrado por el papa Inocencio VIII “Inquisidor General del Principado de Cataluña, de la ciudad y del obispado de Barcelona”. Pero encontró una gran repulsa entre la población, negándose los concellers a prestar el juramento que les pedía el inquisidor. En 1484 Torquemada redactó el reglamento común que debía guiar las acciones de los inquisidores. La posterior extensión de su poder efectivo sobre la Corona de Aragón fue facilitada por el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués en 1485 en Zaragoza, atribuido por las autoridades a una comunidad de herejes y judíos. Tras la gran repercusión social de este asesinato, la población comenzó a colaborar con el papado.
Pocos años después, el supuesto asesinato ritual del llamado Santo Niño de La Guardia en 1491, igualmente atribuido sin pruebas a un colectivo de judíos, pudo influir en la proclamación del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492, y del que se le considera más que probable autor. En 1493 se retiró al convento de Santo Tomás de Ávila, donde en 1498, a la edad de 77 o 78 años, acaeció su muerte.
La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España con una minuciosidad rara vez igualada con anterioridad al siglo XX. Cualquier persona mayor de 12 años (en el caso de las niñas) o de 14 (en el caso de los niños) era considerada completamente responsable por la Inquisición. Los herejes (cualquier persona sospechosa de no someterse al autoritarismo del clero católico) y conversos (antiguos judíos o musulmanes convertidos al catolicismo y sus descendientes) fueron sus principales objetivos, pero todo aquel que osara hablar en contra de la Inquisición era considerado sospechoso. Para evitar la propagación de las herejías, Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.
Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de diez mil personas y un número superior a otras cien mil sufrieron penas infamantes.10 Sin embargo, Kamen considera que, hasta 1530, el número de personas ejecutadas por la Inquisición fue alrededor a dos mil.
Al parecer, aparece retratado detrás del rey Fernando en la tabla de la Virgen de los Reyes Católicos.
Fuente(s): TomasdeTorquemada
Durante la estancia de la reina Isabel I de Castilla en Sevilla entre 1477 y 1478, el dominico sevillano Alonso de Ojeda, prior del convento de San Pablo, la convenció de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos andaluces. Un informe, remitido a instancias de los soberanos por el cardenal Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por Tomás de Torquemada, vino a corroborar las sospechas. Para descubrir y acabar con todos los falsos conversos, en 1478, los reyes solicitaron bula papal para la creación del Tribunal de la Inquisición del Santo Oficio, como dependencia directa de la Corona. El 1 de noviembre de 1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sincerae devotionis affectus, por la cual quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla.
En un principio, la actividad inquisitorial se limitó a las diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se sospechaba que habría detectado el foco de conversos judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. El sermón lo pronunció el propio Alonso de Ojeda, bajo cuyos atentos desvelos había resurgido la Inquisición. Tras diversos problemas en la organización y aplicación de los nuevos poderes inquisitoriales, el papa Sixto IV nombró a Tomás de Torquemada para el cargo de inquisidor general en 1483 a instancias de la reina Isabel.
Al poco tiempo, el 17 de octubre de 1483, Torquemada fue nombrado por el papa Inocencio VIII “Inquisidor General del Principado de Cataluña, de la ciudad y del obispado de Barcelona”. Pero encontró una gran repulsa entre la población, negándose los concellers a prestar el juramento que les pedía el inquisidor. En 1484 Torquemada redactó el reglamento común que debía guiar las acciones de los inquisidores. La posterior extensión de su poder efectivo sobre la Corona de Aragón fue facilitada por el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués en 1485 en Zaragoza, atribuido por las autoridades a una comunidad de herejes y judíos. Tras la gran repercusión social de este asesinato, la población comenzó a colaborar con el papado.
Pocos años después, el supuesto asesinato ritual del llamado Santo Niño de La Guardia en 1491, igualmente atribuido sin pruebas a un colectivo de judíos, pudo influir en la proclamación del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492, y del que se le considera más que probable autor. En 1493 se retiró al convento de Santo Tomás de Ávila, donde en 1498, a la edad de 77 o 78 años, acaeció su muerte.
La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España con una minuciosidad rara vez igualada con anterioridad al siglo XX. Cualquier persona mayor de 12 años (en el caso de las niñas) o de 14 (en el caso de los niños) era considerada completamente responsable por la Inquisición. Los herejes (cualquier persona sospechosa de no someterse al autoritarismo del clero católico) y conversos (antiguos judíos o musulmanes convertidos al catolicismo y sus descendientes) fueron sus principales objetivos, pero todo aquel que osara hablar en contra de la Inquisición era considerado sospechoso. Para evitar la propagación de las herejías, Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.
Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de diez mil personas y un número superior a otras cien mil sufrieron penas infamantes.10 Sin embargo, Kamen considera que, hasta 1530, el número de personas ejecutadas por la Inquisición fue alrededor a dos mil.
Al parecer, aparece retratado detrás del rey Fernando en la tabla de la Virgen de los Reyes Católicos.
Fuente(s): TomasdeTorquemada
No hay comentarios:
Publicar un comentario