Además de esto, se le conoció como ‘rey de los montes de Río Blanco’. Por los años de 1578 se habría escapado de su amo, “habiéndosele juntado otros que le tenían por su cabeza”.
Sus seguidores se llamaban yanguicos y se cuenta que cuando ya era de edad avanzada había encargado las “cosas de la guerra” a otro “negro angola” llamado Francisco de la Matiza. Algunos historiadores del África occidental “sostienen la imposibilidad de que un noble africano fuese vendido en el tráfico esclavista”, sin embargo, muchos de los autonombrados reyes de las Américas sostenían lo mismo o eran tratados como reyes por sus congéneres: Bayano (Tierra Firme, 1552-1558), Benkos Biohó (Cartagena, ca.1590-1619), y Ganga Zumba (Palmares, Brasil, ca.1670-1678) son ejemplos de esa situación.
A menudo también, los reyes de las fiestas cofradiales eran elegidos en primera instancia entre aquellos que habían nacido en África, aludiendo a que habían sido reyes en su tierra. Nina de Friedman considera que ese liderazgo más que derivar de un linaje real e histórico, puede originarse en las dotes de estos personajes como líderes, guerreros y negociadores, más que de una tradición de poder traída desde África.
No obstante, no debe descartarse la capacidad que los transterrados tuvieron de reproducir formas de gobierno en América que buscaban emular varios modelos de las monarquías del África central, mas allá de si realmente eran individuos de linaje real. De cualquier manera, era un gesto en el que se materializaba una búsqueda de legitimidad.
En 1608 los españoles emprendieron una campaña para combatir a Yanga y a sus seguidores –huidos treinta años atrás- y según cuenta el padre jesuita Juan Laurencio, testigo de esta entrada, ellos habitaban en un pueblo que tenía solo nueve meses, pues se habían mudado recientemente de otro. Allí tenían una iglesia pequeña con candelas encendidas y “unas flechas incadas delante del altar”. En el pueblo habitaban además de esclavos fugados, mujeres indias y mulatas.
Asimismo, vieron la casa de Yanga, la cual, a deducir por los asientos y bancos dispuestos, servía para hacer “consultas de paz y guerra”. Igualmente, tenían muchos cultivos. A los españoles que fueron a combatirlos los amenazaron con “comérselos a tasajos y sus corazones” El autogobierno y la organización de los asentamientos palenqueros ha sido relacionado con muchos modelos de África central, jerárquicos y orientados a las necesidades de autodefensa y retaliación.
El alzamiento de Yanga cobra una importancia histórica especial más que por los efectos devastadores que causaban él y los suyos en los caminos, el comercio y la economía de las haciendas, por los resultados que obtuvo en su negociación con los funcionarios de la Corona. Logró algo inédito hasta entonces: pactar la conversión del palenque en un pueblo libre situado a diez kilómetros de la villa de Córdoba. San Lorenzo de Cerralvo, más conocido como San Lorenzo de los negros adquirió estatus de pueblo, como otro cualquier pueblo indio de la América hispánica.
En ese proceso, Yanga cedió su posición de realeza, proclamándose, ‘cristiano y vasallo del rey’, a cambio de conservar la gubernatura local, que curiosamente fue aceptado que fuera hereditaria, así como la liberación de los yanguicos. Además de esto, se les concedió el autogobierno local con un cabildo propio, una porción de tierra, un justicia mayor español y una administración religiosa de franciscanos. El viajero napolitano Gemelli Careri visitó este pueblo a fines del siglo XVII, al cual describió en 1697 como “situado en medio de un bosque. Como está habitado todo por negros, allí parece que se está en Guinea. Por lo demás son de hermosas facciones y aplicados a la agricultura.”
La Corona, a cambio de la colaboración de los ex insurrectos en la captura de los esclavos fugitivos, llegó a estas amplias concesiones, las cuales demuestran que el cimarronismo era considerado un terrible flagelo en aquellos tiempos. Esta inédita situación se constituyó así, en el primer experimento de negociación con un grupo de esclavos huidos, al que le siguieron San Miguel de Soyaltepeque (1670), Mandinga (1735) y Nuestra Señora de los Morenos de Amapa (1769), los cuales históricamente fueron hostigados por los hacendados de la región.
Fuente(s): losreinosdelasindias.hypotheses.org
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