La Reconquista de la península Ibérica

Se denomina «Reconquista» al proceso histórico en que los reinos cristianos de la Península Ibérica buscaron el control peninsular en detrimento del dominio musulmán. Este proceso tuvo lugar entre los años 711 (fecha probable de la rebelión de Pelayo) y 1492 (final del reino de Granada).

Según varios académicos, el término es históricamente inexacto, pues los reinos cristianos que «reconquistaron» el territorio peninsular se constituyeron con posterioridad a la invasión islámica, a pesar de los esfuerzos de algunas de estas monarquías por presentarse como herederas directas del antiguo reino visigodo. Se trataría más bien de un intento de legitimación política de estos reinos, que se consideraban reales herederos y descendientes de los visigodos.

Mas aún considerando el entrelazamiento real que a lo largo de tan extenso período tuvo lugar entre Islam y Cristianismo, siendo habituales los vínculos de sangre entre las casas gobernantes a ambos lados de la “frontera” religiosa, a través de enlaces matrimoniales; o el hecho de que tras el derrumbe del Califato (a comienzos del siglo XI) los reinos cristianos optaran por una política de dominio tributario -parias- sobre las Taifas en lugar de por una clara expansión hacia el sur; o las pugnas entre las diferentes coronas –y sus luchas dinásticas-, que sólo alcanzaron acuerdos de colaboración contra la España musulmana en momentos puntuales. Y ello en gran medida por la cristalización de las prácticas feudales en la Península, en las cuales el vínculo señor-súbdito prevalecía por encima de las diferencias religiosas. Parece que sólo en sus fases finales la expansión cristiana hacia el sur se imbuyó de un aura de cruzada.

Sin embargo, la temprana reacción en la cornisa cantábrica en contra del Islam (recordemos que Don Pelayo rechazó a los sarracenos en Covadonga apenas siete años después de que atravesaran el estrecho de Gibraltar), e incluso su rechazo del territorio actualmente francés después de la Batalla de Poitiers del año 732 pueden sustentar la idea de que la Reconquista sigue casi inmediatamente a la conquista árabe. Más aún, «gran parte de dicha cornisa cantábrica jamás llegó a ser conquistada», lo cual viene a justificar la idea de que la conquista árabe y la reconquista cristiana, de muy diferente duración (muy corta la primera y sumamente larga la segunda) se superponen, por lo que podría considerarse como una sola etapa histórica, sobre todo si tenemos en cuenta que la batalla de Guadalete, la primera batalla por defender el reino visigodo en el año 711, marca el inicio de la invasión musulmana.

Archivo:Reconquista-rendicion-granada.jpgEn el Siglo de Oro hubo poetas que definían y denominaban a los españoles como «godos» (como dijo Lope de Vega: «eah, sangre de los godos») y durante las guerras de independencia en América Latina, eran también así llamados por los patriotas americanos (de allí procede el uso que se le da en Canarias para referirse al español peninsular).

Es, además, según los críticos del término, un concepto parcial, pues sólo transmite la visión cristiana y europea de este complejo proceso histórico, soslayando el punto de vista de los musulmanes andalusíes; por otro lado, ni siquiera en el lado cristiano puede decirse que existiera, excepto en algunos momentos puntuales, conciencia alguna de «reconquista».

Para otros, es posible que el origen del concepto de «reconquista» fuera la definición de los historiadores musulmanes, que hablaban de la «conquista» de Iberia o Al-Ándalus. Esto parecería igualmente inexacto, según estos puntos de vista, ya que la caída de la élite gobernante visigoda se hizo con cierta pasividad de una población, la hispanorromana, abrumada ya del dominio político (y de la presión fiscal) a que estaban sometidos por una oligarquía visigoda.
Otros historiadores, como Ignacio Olagüe Videla en su controvertida y discutible La Revolución islámica en Occidente (1974), consideran que la invasión militar árabe es un mito, sosteniendo que la creación de Al-Ándalus fue el resultado de la conversión de gran parte de la población hispana al Islam. Estas tesis han sido estudiadas por González Ferrín, en su obra Historia General de Al-Andalus, en la que hablando de la reconquista dice «que en verdad nunca existió»; igualmente plantea que Al-Andalus «constituye un eslabón insustituible de la historia europea».

Archivo:Españamusulmana.svgTambién puede deberse al intento de los reinos cristianos (especialmente Castilla) de justificar sus conquistas, considerándose herederos de sangre de los godos. Curiosamente, se usa normalmente el término «conquista de Granada» en lugar del de «reconquista de Granada».
En su España invertebrada, José Ortega y Gasset afirmaba que «Una reconquista de seis siglos no es una reconquista».

Algunos autores han propuesto con poco éxito el término alternativo de «conquista cristiana», sin las implicaciones ideológicas del término «reconquista» y más acorde con la precisión histórica. La expresión «reconquista», sin embargo, continúa siendo aceptada y utilizada por numerosos historiadores y estudiosos, tanto en España como internacionalmente.

Consolidación de los núcleos cristianos

En 711 se produjo en la península Ibérica la primera invasión de los musulmanes procedentes de África del Norte. Entraron por Gibraltar (que precisamente debe su nombre actual a Tarik, general que desembarcó) y que el propio Roderic o Roderico (Don Rodrigo), uno de los últimos de los reyes visigodos, fue a rechazar, perdiendo la vida en la Batalla de Guadalete. Tarik fue llamado a Damasco, entonces capital del califato, para informar y nunca más volvió. Su lugar lo ocupó el gobernador Abdal-Aziz, comenzando el emirato independiente.

A partir de este momento comenzaron una política de tratados con los nobles visigodos que les permitió controlar el resto de la península. En 716 Abdal-Aziz fue asesinado en Sevilla y comenzó una crisis tal que en los siguientes cuarenta años se sucedieron veinte gobernadores. En este año, 716, los árabes comenzaron a dirigir sus fuerzas hacia los Pirineos, para tratar de entrar en el Reino Carolingio.

La veloz y contundente invasión norteafricana, además de por los factores que propiciaron la expansión mundial del Islam, se explica por las debilidades que afectaban al reino visigodo.
  • El frágil e incompleto dominio que ejercía sobre el territorio peninsular –en 711 el rey Rodrigo se hallaba dirigiendo una campaña militar en el norte-.
  • La división de sus élites, con enfrentamientos vinculados a la elección de los sucesores al trono de una Monarquía no hereditaria.
  • Una aristocracia terrateniente –de tardía conversión al catolicismo- superpuesta a una población, libre o servil, con condiciones vitales muy duras, entre la que latía un fuerte descontento. Muchos de ellos recibieron la conquista como una mejora de su situación.
  • La decadencia de la actividad mercantil derivó en una minusvaloración de la población judía, que en gran medida la protagonizaba. También ellos pudieron ver una ventaja en la situación de las minorías hebreas amparada por la jurisdicción islámica.
Tras la invasión la resistencia cristiana cristaliza en dos focos.


El foco asturiano

En el año 718 un noble llamado Pelayo se sublevó. Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes llamaban Córdoba a todo el califato).

Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga del 722. Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista y del primer reino cristiano, que fue el reino de Asturias. La interpretación es discutida: mientras que en las crónicas cristianas aparece como «una gran victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios», los cronistas árabes describen un enfrentamiento con un reducido grupo de cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al considerarlos inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana sobre un pequeño contingente de exploración.

La realidad es que esta victoria de Covadonga, por pequeñas que fueran las fuerzas contendientes, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, que le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios.

En cualquier caso, los árabes desistieron de controlar la zona más septentrional de la península, dado que en su opinión, dominar una región montañosa de limitados recursos e inviernos extremos, no valía la pena el esfuerzo. Los cristianos de la zona no suponían peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios. De todas formas, la sorprendente expansión del minúsculo estado pronto preocupó a las autoridades califales. Hubo sucesivas incursiones (en tiempos de Alfonso II, se hizo una cada año en territorio asturiano), pero el reino sobrevivió y se siguió expandiendo, con sonoras victorias, como la batalla de Lutos, Polvoraria y la toma de Lisboa en 798.

El reino de Asturias era inicialmente de carácter astur y fue sometido en sus últimas décadas a una sucesiva gotificación debida a los inmigrantes de cultura hispanogoda huidos al reino cristiano del norte. Asimismo, fue un referente para parte del espacio cultural europeo con la batalla contra el adopcionismo. El reino estuvo por épocas muy vinculado al de los francos, sobre todo a raíz del «descubrimiento» del supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Esta idea «propagandista» consiguió vincular a la Europa cristiana con el pequeño reino del norte, frente a un Sur islamizado.


El foco pirenaico: formación de los reinos

Se originó a partir de la resistencia carolingia (el caudillo franco Carlos Martel había rechazado la invasión musulmana de Aquitania en la Batalla de Poitiers en 732). Posteriormente su sucesor, Carlomagno, creó la Marca Hispánica (frontera militar del sur), que dio origen a otros focos cristianos en la península: el Reino de Pamplona, los condados catalanes, el condado de Aragón, Sobrarbe y el condado de Ribagorza.

Navarra

El Reino de Pamplona, posteriormente llamado Reino de Navarra, tuvo como origen la propia familia gobernante, que había pactado con los muladíes de Tudela, la familia Banu Qasi. Su primer rey fue Íñigo Arista. A principios del siglo X, la familia Jimena sustituye a la Arista y el primer rey es Sancho Garcés I, que tiene un gran éxito militar.

Navarra llegó a controlar lo que actualmente es Navarra (su origen) y lo que actualmente es País Vasco y a unir dinásticamente los condados de Castilla, dependiente de León pero muy autónomo, y Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos en tiempos de Sancho el Mayor después de haberse vuelto una dinastía hereditaria por el conde Aznar Galíndez. A su muerte dividió en tres su reino: Navarra, aislada y descolgada de la Reconquista; Castilla, para su hijo Fernando I y Aragón, para su hijo Ramiro I.

Marca hispánica



Guerreros cristianos y musulmanes
El territorio situado entre el oriente de Navarra y el mar se dividió en condados sometidos a los francos. Los condados catalanes fueron divisiones de la zona occidental Marca Hispánica y los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza ocupaban la zona intermedia. Fue una zona de contención militar que tomaron los francos para frenar las incursiones sarracenas. Si bien la intención inicial de estos era llevar las fronteras hasta el Ebro, la Marca quedó delimitada por los Pirineos en el norte y por el Llobregat en el Sur. Con el tiempo se independizó del dominio franco con condes como Wifredo el Velloso y Aznar Galindez.

En la zona de los condados catalanes, el Condado de Barcelona se convirtió muy pronto en el condado dominante de la zona. Con el tiempo, tras la unión dinástica entre el Condado y el Reino de Aragón que daría origen a la Corona de Aragón, los dominios de esta corona se extendieron hacia el sur y el Mediterráneo.

Aragón

El Reino de Aragón tiene su origen en un condado también dependiente de esta marca, que sería anexionado por uniones dinásticas por Navarra. Tras la muerte de Sancho III de Navarra, su reino fue dividido, nombrándose a su hijo Ramiro rey de Aragón. La muerte de un hermano suyo, Gonzalo, hizo que Ramiro I uniera a los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza en el nuevo reino. Poco después, llegó a anexionarse Navarra, aunque tras la muerte de Alfonso I el Batallador la unión se deshizo. Por esa época, tras una dura lucha con las taifas de Zaragoza, el Reino aragonés llegó al Ebro, conquistando la capital en 1118.

Más tarde se produciría la unión dinástica, con el matrimonio de Petronila (hija única del rey de Aragón) y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, lo que conformó la Corona de Aragón, confederación que agrupaba al Reino y a los Condados. Hay que destacar que sólo fue una unión dinástica: ambos territorios continuaron con sus instituciones.

La Corona acabaría por unificar con el tiempo lo que hoy es Cataluña, arrebatando a los árabes el resto de Cataluña, la Cataluña Nueva, y anexionándose los restantes territorios, aunque hay que destacar que los diversos condados siguieron disfrutando de cierta autonomía.

El avance cristiano


Reconquista de las principales
ciudades por año

El avance cristiano

Los reinos peninsulares en 1360


El desarrollo de la reconquista de España fue un proceso lento y confuso. Destaca sobre todo la alianza de los reinos peninsulares en esta empresa, simbolizada en las victorias de la Batalla de Simancas (939), en la que se aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; y de la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212 que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la Península Ibérica. Tan dilatado período atravesó inevitablemente por diferentes fases durante las cuales los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación adquirieron perfiles diferenciados.
  • Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro (711-716), al margen sólo queda una estrecha franja montañosa en el Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huída del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en estados tributarios.
  • Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. Entre el Duero y el Tajo la repoblación se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.
  • Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón, que generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas solapados con la crisis económica del siglo XIV y las guerras civiles que desangraron a los reinos de la España bajomedieval.
  • Siglo XV. La supervivencia del reino nazarí de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para este como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.

La Repoblación

En paralelo al avance militar se produjo un proceso de colonización, con el asentamiento de población cristiana. Repoblación que varió en sus características según el ritmo y modelo de la conquista y el volumen de población musulmana preexistente.
  • Entre el Duero y el Sistema Central. Durante los siglos VIII y XI el rey atribuye tierras deshabitadas a colonos, poblándose el norte de Castilla con hombres libres (cultura de frontera). Entre los siglos XI y XII se realizó a través de concejos municipales –mediante cartas aforadas-, caso de Salamanca, Ávila, Cuéllar, Arévalo, Soria y Sepúlveda.
  • El valle del Tajo y la Taifa de Toledo. Ante la escasez de colonos se mantendrá la población autóctona (no eran tierras yermas), repartiéndose el territorio entre extensas alfoces dotadas de amplios privilegios: Talavera, Madrid, Guadalajara y Alcalá. En Toledo cada comunidad (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos), contará con estatuto jurídico particular; pero tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes castellanizándose el reino. Se restablece la sede arzobispal toledana enriqueciéndose con las propiedades de las mezquitas.
  • El valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo XII los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa mantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
  • Las Órdenes Militares. Entre finales del siglo XII y principios del XIII, en las cuencas del Guadiana medio y del Turia, el rey concede a las Órdenes grandes señoríos, principalmente en Extremadura y La Mancha. Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades muy recortadas, no configurándose concejos de relevancia.
  • Andalucía. Durante el siglo XIII se realiza mediante donadíos (grandes extensiones concedidas a los nobles) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a los colonos). La población musulmana permaneció hasta la sublevación mudéjar de 1264 y su posterior expulsión. El despoblamiento posibilitó el aumento de los grandes señoríos.

Religión y cultura

En los territorios dominados por los musulmanes continuaban existiendo, separadas pero pacíficamente, comunidades cristianas (con religión, idioma y leyes propias). La tolerancia se perdió a medida que avanzaba la conquista de la península (de los territorios que antes pertenecían al dominio de los visigodos por los estados cristianos del norte, en buena parte herederos de los visigodos) y con la llegada de los almorávides y almohades del Norte de África.

También en los territorios que habían vuelto a pasar bajo el dominio de los reyes cristianos seguían viviendo musulmanes. Así se producía un intercambio cultural importante entre musulmanes y cristianos. Junto con estas dos culturas coexistía la judía. Sabían, además del hebreo, el árabe y el castellano, por lo que tenían un papel importante en la traducción de textos a diversos idiomas (junto con traductores cristianos en la Escuela de Traductores de Toledo).

La figura cultural judía más importante es el filósofo Moisés Maimónides. Gracias a la traducción al latín, los textos árabes tendrían difusión en otros países europeos y no fue menos importante el hecho de que los árabes habían conservado y traducido una inmensa cantidad de textos griegos y latinos, que por esta vía volvieron a ser parte de la cultura europea.

Fin de la Reconquista

Los Reyes Católicos acabaron la reconquista de España el 2 de Enero de 1492, tomando Granada, donde se realiza una festividad el 2 de Enero de todos los años. Ese mismo año, el 1492 expulsaron al rey Boabdil, de la dinastía Nazarí, con la toma de Granada. La tolerancia religiosa que había habido hasta entonces dejó de serlo con la expulsión de los judíos en 1492. Acabó del todo un siglo después, con la expulsión de los moriscos, homogeneizando así toda la península en materia de religión.

Herencia cultural

Todavía hoy en día quedan en España influencias muy importantes de aquella época: unas 4.000 palabras de origen árabe (muchos nombres y sustantivos aunque muy pocos verbos), empleadas lógicamente con mayor profusión cuanto más al sur, monumentos de la época (fortalezas como La Alhambra, mezquitas como la de Córdoba), iglesias y palacios de estilo cristiano-musulmán (mudéjar), pueblos blancos, gastronomía (el empleo generalizado de especias y verduras en los distintos platos, la introducción de la pasta en Europa, infinidad de platos de nuestra comida actual, dulces de origen musulmán, el empleo de vajilla de cristal, o el orden de las comidas -1er plato, sopa, 2º plato, carne o pescado y postre), diversas costumbres, como el hecho de llevar ropas claras en verano o llenar de flores y plantas los patios de las viviendas en el sur, así como la gran influencia que tuvo la ciencia, la tecnología, la literatura y la filosofía no sólo en España, sino en Europa.

Extraido en Wikipedia

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