Un conjunto compuesto por 10 petrograbados prehispánicos de aproximadamente 900 años de antigüedad, que aluden a temas y deidades acuáticas, entre ellas Tláloc, dios de la Lluvia, se exhiben por primera vez al público, en la Zona Arqueológica de Tehuacalco, en Guerrero.
Las representaciones de piedra, hechas de granito y arenisca, fueron descubiertas en 2007 en el sitio donde se exponen, pero por cuestiones de conservación no se expusieron antes, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) , en un comunicado.
El arqueólogo Miguel Pérez Negrete explicó que en los petrograbados se pueden visualizar, además de las figuras talladas, espirales que simbolizan manantiales de agua y chalchihuites, pequeñas cuentas de piedra verde, que representan gotas de lluvia divina.
Se considera que los bajorrelieves, que miden aproximadamente 50 centímetros de ancho y largo, reproducen la morada de las deidades acuáticas, Tláloc y Tlaltecuchtli, esta última, dios de la Tierra, relacionada en este contexto con la agricultura y la fertilidad.
De las 10 representaciones monolíticas, dos de ellas aluden a un personaje decapitado y a la conmemoración del ciclo denominado Fuego Nuevo, que según la cosmovisión prehispánica, consistía en una magna ceremonia que se realizaba al final de un periodo calendárico de 52 años, señaló Pérez Negrete.
La celebración tenía la finalidad de bajar simbólicamente el fuego del cielo, y lograr que la vida persistiera por 52 años más; en el petrograbado se alude a este momento con un barreno, palo vertical que perfora una tabla horizontal, encima del cual se observa la representación de una flama.
Hasta el momento no se ha determinado qué cultura creó los petrograbados, aunque se estima que datan de alrededor de 1100 d.C., que se infirió a partir del fechamiento de la etapa constructiva del juego de pelota, en el que fueron encontradas las piezas.
Los bajorrelieves fueron intervenidos por arqueólogos y restauradores luego de su hallazgo, para darles limpieza y estabilidad, después de las afectaciones que presentaban debido a las lluvias y al sismo que se registró en Guerrero en 2010, añadió.
Para atender los daños, especialistas del INAH, colocaron una mezcla de cal y arcilla en los espacios de las estructuras donde la tierra, que fungía como relleno, se deslavó.
Sin embargo, abundó Pérez Negrete, en la cancha de juego de pelota, las labores de mantenimiento fueron mayores, porque las tapas de los taludes que se integran por pequeñas piedras, que datan de 1350 a 1521 d.C, en que el grupo prehispánico yope reutilizó las estructuras, perdieron adherencia al deshacerse los núcleos de arcilla que los mantenían firmes, y provocaron agrietamientos.
Al retirar las tapas de los taludes que se colapsaron, se logró exponer la etapa constructiva anterior que había sido excavada en 2007, pero se mantuvo oculta, la cual corresponde al momento de construcción de la cancha, alrededor de 1100 d.C., sobre la cual están la decena de petrograbados, que se cree se colaron en la consagración es la estructura.
La pieza que corresponde al Fuego Nuevo se desprendió de una banqueta en 2010 y este año se reintegrará a la estructura y se dejará expuesto.
Cinco de los petrograbados ya habían sido identificados con anterioridad, ya que durante investigaciones realizadas en el sitio durante 2007, se hizo el registro de una etapa constructiva anterior, respecto a la que era visible en aquel momento.
El año pasado, tras los fenómenos naturales registrados, que los arqueólogos se dieron a la tarea de quitar parcialmente la última etapa constructiva, con la finalidad de que los bajorrelieves quedaran visibles al público.
El nombre de la Zona Arqueológico de Tehuacalco, proviene de la palabra náhuatl tehuacalli, que se refiere a las pozas o pequeñas oquedades prehispánicas que fueron creadas por el hombre en las piedras con fines rituales.
El sitio se ocupó en un primer momento por grupos agrícolas, aproximadamente de 1500 a.C. a 650 d.C., según se ha inferido por materiales hallados como vasijas completas y semicompletas, fragmentos de braseros y sahumadores, así como herramientas líticas y de concha marina, encontradas en cuevas ubicadas en los cerros que colindan con el Cerro La Compuerta.
Luego de 650 a 13520 d.C., el lugar fue reocupado por grupos prehispánicos aún no identificados, que construyeron las 23 edificaciones hasta el momento registradas, los especialistas consideran que dichos grupos tuvieron influencia de las culturas teotihuacana y tolteca, por los rasgos iconográficos y la cerámica hallada.
Esta se considera la etapa de mayor esplendor de la zona, pues se construyeron grandes monumentos como el santuario dedicado a la lluvia, conocido como conjunto La Encinera, y El Palacio, conformado por un templo, además de la cancha del juego de pelota fechada aproximadamente para 1100 d.C.
Finalmente, explicó el arqueólogo, de 1350 a 1521 d.C., las estructuras fueron reutilizadas por el grupo prehispánico conocido como yope, que posiblemente encontró el sitio en decadencia, por lo que se colocaron resanas en algunas estructuras hechos con piedras muy pequeñas.
Foto: inah.gob.mx | Ibiza1808
Fuente(s): antiguaymedieval.blogspot.com.es
Las representaciones de piedra, hechas de granito y arenisca, fueron descubiertas en 2007 en el sitio donde se exponen, pero por cuestiones de conservación no se expusieron antes, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) , en un comunicado.
El arqueólogo Miguel Pérez Negrete explicó que en los petrograbados se pueden visualizar, además de las figuras talladas, espirales que simbolizan manantiales de agua y chalchihuites, pequeñas cuentas de piedra verde, que representan gotas de lluvia divina.
Se considera que los bajorrelieves, que miden aproximadamente 50 centímetros de ancho y largo, reproducen la morada de las deidades acuáticas, Tláloc y Tlaltecuchtli, esta última, dios de la Tierra, relacionada en este contexto con la agricultura y la fertilidad.
De las 10 representaciones monolíticas, dos de ellas aluden a un personaje decapitado y a la conmemoración del ciclo denominado Fuego Nuevo, que según la cosmovisión prehispánica, consistía en una magna ceremonia que se realizaba al final de un periodo calendárico de 52 años, señaló Pérez Negrete.
La celebración tenía la finalidad de bajar simbólicamente el fuego del cielo, y lograr que la vida persistiera por 52 años más; en el petrograbado se alude a este momento con un barreno, palo vertical que perfora una tabla horizontal, encima del cual se observa la representación de una flama.
Hasta el momento no se ha determinado qué cultura creó los petrograbados, aunque se estima que datan de alrededor de 1100 d.C., que se infirió a partir del fechamiento de la etapa constructiva del juego de pelota, en el que fueron encontradas las piezas.
Los bajorrelieves fueron intervenidos por arqueólogos y restauradores luego de su hallazgo, para darles limpieza y estabilidad, después de las afectaciones que presentaban debido a las lluvias y al sismo que se registró en Guerrero en 2010, añadió.
Para atender los daños, especialistas del INAH, colocaron una mezcla de cal y arcilla en los espacios de las estructuras donde la tierra, que fungía como relleno, se deslavó.
Sin embargo, abundó Pérez Negrete, en la cancha de juego de pelota, las labores de mantenimiento fueron mayores, porque las tapas de los taludes que se integran por pequeñas piedras, que datan de 1350 a 1521 d.C, en que el grupo prehispánico yope reutilizó las estructuras, perdieron adherencia al deshacerse los núcleos de arcilla que los mantenían firmes, y provocaron agrietamientos.
Al retirar las tapas de los taludes que se colapsaron, se logró exponer la etapa constructiva anterior que había sido excavada en 2007, pero se mantuvo oculta, la cual corresponde al momento de construcción de la cancha, alrededor de 1100 d.C., sobre la cual están la decena de petrograbados, que se cree se colaron en la consagración es la estructura.
La pieza que corresponde al Fuego Nuevo se desprendió de una banqueta en 2010 y este año se reintegrará a la estructura y se dejará expuesto.
Cinco de los petrograbados ya habían sido identificados con anterioridad, ya que durante investigaciones realizadas en el sitio durante 2007, se hizo el registro de una etapa constructiva anterior, respecto a la que era visible en aquel momento.
El año pasado, tras los fenómenos naturales registrados, que los arqueólogos se dieron a la tarea de quitar parcialmente la última etapa constructiva, con la finalidad de que los bajorrelieves quedaran visibles al público.
El nombre de la Zona Arqueológico de Tehuacalco, proviene de la palabra náhuatl tehuacalli, que se refiere a las pozas o pequeñas oquedades prehispánicas que fueron creadas por el hombre en las piedras con fines rituales.
El sitio se ocupó en un primer momento por grupos agrícolas, aproximadamente de 1500 a.C. a 650 d.C., según se ha inferido por materiales hallados como vasijas completas y semicompletas, fragmentos de braseros y sahumadores, así como herramientas líticas y de concha marina, encontradas en cuevas ubicadas en los cerros que colindan con el Cerro La Compuerta.
Luego de 650 a 13520 d.C., el lugar fue reocupado por grupos prehispánicos aún no identificados, que construyeron las 23 edificaciones hasta el momento registradas, los especialistas consideran que dichos grupos tuvieron influencia de las culturas teotihuacana y tolteca, por los rasgos iconográficos y la cerámica hallada.
Esta se considera la etapa de mayor esplendor de la zona, pues se construyeron grandes monumentos como el santuario dedicado a la lluvia, conocido como conjunto La Encinera, y El Palacio, conformado por un templo, además de la cancha del juego de pelota fechada aproximadamente para 1100 d.C.
Finalmente, explicó el arqueólogo, de 1350 a 1521 d.C., las estructuras fueron reutilizadas por el grupo prehispánico conocido como yope, que posiblemente encontró el sitio en decadencia, por lo que se colocaron resanas en algunas estructuras hechos con piedras muy pequeñas.
Foto: inah.gob.mx | Ibiza1808
Fuente(s): antiguaymedieval.blogspot.com.es
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